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Crianza saludable: Promoviendo el respeto y el buen trato
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     
     


Introducción

Las situaciones de violencia familiar que involucran a los niños (en calidad de actores, víctimas o testigos) están en creciente aumento. Su origen es multicausal: las desigualdades sociales, el estrés cotidiano, las necesidades insatisfechas, sentimientos de angustia o frustración, por nombrar sólo algunos condicionantes.
Es preciso entender que la violencia es una conducta aprendida: quien vive en un clima de agresión, asume que ése es el patrón normal de comportamiento. Se genera de este modo el círculo vicioso de la violencia: la persona recurre a conductas violentas lo cual genera en otro una violencia reactiva hacia la primera, aumentándose con ella su nivel de agresividad. Por ello un hogar violento, generará niños violentos.
Cada uno desde su lugar debe hacer su aporte para desterrar este modelo vivencial, para que nuestra sociedad esté regida por valores positivos: el respeto, la tolerancia, la sana convivencia. Nuestros niños nos reclaman actuar aquí y ahora, para que miremos con optimismo el futuro.
Los pediatras tenemos una responsabilidad como defensores de los niños y acompañantes de los padres en su crianza. De esa premisa surge esta propuesta, estas recomendaciones generales que procuran clarificar conceptos y alertar sobre las consecuencias de las pautas educativas familiares.

Poniendo límites a los hijos

Los niños necesitan límites para distinguir lo que deben o no hacer, lo que está bien o está mal. Los límites son las marcas del camino, las líneas de las que es preciso no pasarse para un andar seguro. La disciplina es la puesta en práctica de los límites, es enseñanza y no castigo.
El establecimiento de normas no debe ser ni excesivamente rígido para direccionar cada acción del niño, ni completamente permisivo careciendo de orden o responsabilidad. Se buscará por tanto un equilibrio, una coexistencia de firmeza y contención.
En general los padres adoptan diferentes modelos de crianza sin un conocimiento previo de los derechos y necesidades de los niños. Desde esa perspectiva y a modo de aporte, se proponen algunos consejos prácticos para una disciplina saludable, dirigidos a los padres y cuidadores de niños de edad preescolar.

1.  Presencia continua
Es de importancia central. Nuestros chicos nos demandan permanente atención y cuidado, estar pendiente de ellos en todo momento para controlarlos, acompañarlos, apoyarlos, darles estímulo. Una paternidad responsable se basa en estar siempre con la mente puesta en las necesidades de nuestros niños, en preocuparnos y ocuparnos de ellos. Estando cerca de nuestros hijos conocemos mejor sus problemas, detectamos a tiempo situaciones complicadas, contribuimos a que desarrollen y fortalezcan su seguridad y confianza.

2.  Demostrar afecto
Los niños necesitan sentirse queridos, valorados, reconocidos. Todo el cariño que les tenemos debe concretarse en hechos cotidianos simples pero significativos: un diálogo ameno y respetuoso, juegos compartidos (preguntémonos cuánto tiempo jugamos con nuestros niños), apoyo a iniciativas, estímulo de sus capacidades, caricias, besos, abrazos, etc. Este vínculo afectivo debe ser fuerte y duradero, incondicional y prioritario; el modelo intrafamiliar así conformado se proyectará al comportamiento del niño en su relación con los demás, definiéndose un patrón de conducta afirmado en la bondad, la tolerancia y el aprecio mutuo. El lema dice que SÓLO EL QUE RECIBE AMOR PODRÁ ACTUAR CON AMOR; de eso se trata, educando con sentimientos positivos se construirá una personalidad de bien.

3.  Educar con el ejemplo
Los padres y los cuidadores directos constituyen un modelo a imitar por los niños. Es importante por ello que las acciones adultas sean aleccionadoras, actuando de modo coherente con lo que pregonan, haciendo ellos mismos lo que exigen de los niños.
Es preciso evitar que los menores presencien discusiones; si son testigos de las mismas es importante demostrarles que los conflictos pueden resolverse pacíficamente. A veces es necesario callar en aras de la convivencia (aunque creamos que nos asiste la razón).
Los padres deben encontrarse emocionalmente equilibrados para enfrentar las situaciones estresantes. Por ello se aconseja un buen descanso, una actitud de disfrute de las cosas cotidianas, tiempo suficiente para la privacidad, la recreación y el goce de la vida conyugal, se procurará valorar debidamente aquello que se tiene; si no se dan estas condiciones disminuye significativamente la tolerancia y aumenta el riesgo de conductas violentas y maltrato hacia los niños.

4.  Trato respetuoso
     Todos los niños necesitan límites, es decir, enseñarles lo que es correcto. Si ellos no pueden separar lo bueno de lo malo terminarán por ser inseguros e infelices. La disciplina no debe implicar para el niño obediencia ciega, sino crear un sentimiento de aceptación de normas. Los padres deberán acordar qué comportamientos quieren ver repetir y qué no pueden tolerar; este acuerdo es de vital importancia a fin de que el mensaje que el niño reciba sea único. Se tendrá en cuenta que no puede pretenderse que un niño tenga el razonamiento de un adulto, lo cual es importante al definir los límites de la conducta permitida; se buscará un punto intermedio entre la permisividad absoluta y la rigurosidad abusiva.
     La disciplina debe ser amable, no debe haber rabia o enojo; se usará un lenguaje calmo, sin exaltarse. Hay dos habilidades que es preciso ejercer y entrenar frente a las faltas cometidas por nuestros hijos:

a. Autocontrol: es de gran utilidad aprender a no actuar impulsivamente, no responder de manera   inmediata, conservar la calma como muestra de valor y de madurez (contar hasta diez). Sólo se es dueño de sus actos cuando el instinto da lugar a la razón.

b. Resolución pacífica de conflictos: este recurso se basa en la medicación para resolver las disputas. Nadie es dueño de la verdad absoluta, que cada uno tiene un poco de razón. Frente a la discusión entre dos opciones, es bueno buscar alternativas intermedias que dejen satisfechas a ambas partes, para que de esta conciliación resulten todos fortalecidos.

Pero además la disciplina debe ser constante y consistente (igual respuesta frente a la reiteración de la misma falta).
No hay un modelo único de cómo disciplinar a los hijos, pero sí pueden citarse algunas pautas básicas:

•    No establecer reglas en el momento de la transgresión. Las estrategias de prevención son más eficaces que las de intervención. Es útil hablar de situaciones hipotéticas, a fin de definir las conductas más apropiadas ante las mismas (por ejemplo, reacción frente a provocaciones). Es algo así como un ensayo que enseña el correcto modo de proceder.
•    Todos deben aplicar las reglas del mismo modo, es decir, ser congruentes.
•    No victimizar al niño. Evitar humillarlo, ridiculizarlo o degradarlo. Se condenará la acción, pero no la persona.
•   Las sanciones deben ser proporcionales a la falta cometida, educativas, y bien comprendidas.

El castigo corporal enseña al niño que está bien lastimar a alguien que uno ama para controlarlo o resolver un problema. Es una forma de ejercer el poder e imponer la autoridad por medio de la fuerza física, en una relación totalmente asimétrica. Debe ser eliminado como estrategia para disciplinar, ya que puede ser el origen de conductas violentas y delictivas presentes y futuras. Sin duda tiene amplia vigencia el principio que postula “QUIEN PEGA PARA ENSEÑAR, ESTÁ ENSEÑANDO A PEGAR”. Piense en esto al levantar su mano.

 En lugar de la agresión física, se puede recurrir a otros métodos que brindan mejores resultados:

•    Advertencia: Señalar de antemano cuál es la sanción que corresponderá a una acción indebida. Se está dando al niño la oportunidad de optar por el comportamiento correcto.

•    Ignorar las transgresiones menores: Esta respuesta es adecuada ante una rabieta o berrinche. Cuando el niño se encuentra en una crisis es difícil y frecuentemente inútil poder dialogar. Luego de pasado el momento, se hablará del tema señalando la conducta correcta.

•    Tiempo de aislamiento: Frente a una situación que no pueda contenerse, es recomendable ubicar al niño en un rincón o lugar destinado al efecto, donde no pueda jugar ni ver televisión, donde no existan riesgos ambientales, y sin distractivos (distanciado de otros miembros de la familia). Este periodo de separación debe ser corto, pero suficiente; algunos autores postulan como máximo un minuto por año de edad. Esta medida debe aplicarse en forma inmediata y repetirse cada vez que se reproduzca el comportamiento indeseable.

•    Retiro temporal de privilegios: Consiste en negarle al niño algún beneficio o deseo de manera transitoria. Se debe explicitar el por qué de la medida, durante cuánto tiempo será aplicada y cumplirla estrictamente. No abusar de esta opción; no es bueno privar excesiva o prolongadamente al niño

•    Recompensas: Los elogios por las buenas acciones del niño son mejores que los regaños o castigos, y son fuente de aprendizaje de igual manera que los éxitos y los fracasos nos enseñan a los adultos. Los premios pueden ser materiales (algún juguete deseado, permisos extras, etc.) o morales (comentarios orgullosos sobre lo que el niño ha hecho, abrazos, besos).


5.  Supervisar el tiempo libre

El mirar televisión es uno de los pasatiempos más importantes y de mayor influencia en la vida de los niños y adolescentes. Lamentablemente abundan representaciones de violencia en la TV actual: aparecen escenas de ficción pero también testimonios de la realidad en la que vivimos, que reflejan con dureza cuadros límites y  resoluciones con agravios físicos o morales.
La reiteración de estas imágenes va grabando en el niño esquemas de reacción que terminan por considerarse normales, lo cual determina actitudes violentas aprendidas. Mientras mayor sea el tiempo de permanencia del niño frente a la pantalla, existe un más alto riesgo de conductas antisociales presentes y futuras. Por ello es preciso limitar el tiempo televisivo de los niños, procurando programas educativos o de sano esparcimiento.
Un párrafo especial merecen los videojuegos: en muchos casos su objetivo es desarrollar estrategias contra un adversario, para destruirlo o dominarlo. Ello también causa una predisposición negativa, por lo que entretenimientos de este tenor también deberían evitarse.

Comentario Final
Queridos padres: Esta es una invitación a reflexionar, a repensar sus vivencias cotidianas; a mirar a sus hijos comprendiendo sus derechos y necesidades. No hay modelos rígidos de crianza, patrones fijos de cómo actuar; pero sí ideas generales que es preciso conocer y aplicar: una educación respetuosa, con límites saludables, basada en el amor, y en la que coexistan la autoridad y la libertad.
Hagamos que la violencia se aparte de cada hogar, para así habitar en un mundo más justo. La cuna deja una marca imborrable en el ser; procuremos que sea la mejor para el bien personal y colectivo.


                                                      Dr. Mario Daniel Polacov
                                   Comité de Pediatría Ambulatoria S.A.P. Córdoba
 


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