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Crianza sin violencia
Recomendaciones para una disciplina afectuosa
     


Crianza sin violencia


Introducción
En los tiempos actuales las situaciones de violencia que afectan a nuestros niños (sean en calidad de víctimas o testigos) están en creciente aumento. Las desigualdades sociales, la gran competitividad del mundo moderno, el estrés cotidiano, las necesidades insatisfechas, la angustia, la frustración, la intolerancia, son algunos determinantes de comportamientos violentos. La violencia es una conducta aprendida: quien vive en un clima de agresión, asume que ése es el patrón normal de comportamiento. Se genera de este modo el círculo vicioso de la violencia: la persona recurre a conductas violentas lo cual genera en otro una violencia reactiva hacia la primera, aumentándose con ella su nivel de agresividad. Por ello un hogar violento, generará niños violentos.
Ante esta problemática tan acuciante los pediatras tenemos un compromiso irrenunciable, una responsabilidad ineludible: debemos asumir un rol educativo que promueva una crianza en la no violencia, priorizando los valores familiares positivos: el afecto, la tolerancia, el respeto y la convivencia. Como defensores de los niños, nos corresponde desarrollar acciones para que crezcan felices en un hogar sano. Esta consigna nos ha alentado a los pediatras que conformamos el Comité de Pediatría Ambulatoria de la Sociedad Argentina de Pediatría Filial Córdoba a la realización de esta propuesta. Son recomendaciones dirigidas a los padres y cuidadores para una crianza sin violencia. Pensamos que este aporte puede llevar a la reflexión, a la concientización de lo que se hace, siendo éste el primer paso que conducirá a la acción, al cambio necesario. Si lo logramos nosotros estaremos satisfechos, nuestros niños felices y la sociedad toda agradecida.

Definiendo el problema
Es necesario diferenciar la agresividad natural de la violencia patológica. La agresividad es una actitud temperamental innata al ser humano y a todas las especies animales; y resulta útil y positiva en la medida que permite construir su identidad, defender su yo, sostener sus convicciones y, por lo tanto, lo ayuda a crecer. Pero la contracara es la violencia patológica, aquella en la cual se produce un daño físico o psicológico al otro, sea intencional o no. Y ese daño es desmedido en relación al hecho causal que lo desencadena. El castigo es asumido como el modo principal de resolver conflictos e imponer la autoridad. Ésta es la violencia que debemos erradicar para lograr una sociedad más justa, que valore los merecimientos y respete las discrepancias.

Recomendaciones
A continuación enumeramos algunas sugerencias destinadas a una crianza sin violencia. Son un abanico de acciones no excluyentes, que sin duda mejorarán la relación de padres e hijos, eje central de una armónica convivencia familiar.
1.     Demostrar afecto Los niños necesitan sentirse queridos, por lo que todo el cariño que les tenemos debe concretarse en hechos: un diálogo ameno (en el que los padres tenemos que aprender a escuchar más), juegos compartidos (preguntémonos cuánto tiempo jugamos con nuestros niños), apoyo de iniciativas, estímulo de sus capacidades, caricias, besos, reconocimientos, etc. Son pilares fundamentales para definir el comportamiento, porque SÎLO EL QUE RECIBE AMOR PODRA ACTUAR CON AMOR.

2.     Educar con el ejemplo La relación que los padres o cuidadores tienen entre sí constituye un modelo a imitar por los niños. Es preciso evitar que los menores presencien discusiones; si son testigos de las mismas es importante demostrarles que los conflictos pueden resolverse pacíficamente. A veces es necesario callar en aras de la convivencia (aunque creamos que nos asiste la razón). Los padres deben encontrarse emocionalmente equilibrados para enfrentar las situaciones estresantes. Por ello se aconseja un buen descanso, una actitud de disfrute de las cosas cotidianas, tiempo suficiente para la privacidad, la recreación y el goce de la vida conyugal, se procurará valorar debidamente aquello que se tiene; si no se dan estos momentos disminuye significativamente la tolerancia y aumenta el riesgo de conductas violentas.

3. Poner límites (Disciplina) Todos los niños necesitan disciplina, es decir, enseñarles lo que es correcto. Si ellos no pueden separar lo bueno de lo malo terminarán por ser inseguros e infelices. La disciplina no debe implicar para el niño obediencia ciega, sino crear un sentimiento de aceptación de normas. La familia deberá acordar qué comportamientos quieren ver repetir y qué no pueden tolerar; este acuerdo es de vital importancia a fin de que el mensaje que el niño reciba sea único. Debe tenerse en cuenta que no puede procurarse que un niño tenga el comportamiento de un adulto, lo cual es importante al definir los límites de la conducta permitida; se buscará un punto intermedio entre la permisividad absoluta y la rigurosidad abusiva. La disciplina debe ser amable, no debe haber rabia o enojo; se usará un lenguaje calmo, sin exaltarse; indudablemente este proceder requiere un elevado autocontrol. Pero además la disciplina debe ser constante y consistente (igual respuesta frente a la reiteración de la misma falta).
No hay un modelo único de cómo disciplinar a los hijos, pero sí pueden citarse algunas pautas básicas:
•    No establecer reglas en el momento de la transgresión. Las estrategias de prevención son más eficaces que las de intervención cuando el problema se produce. Es útil hablar de situaciones hipotéticas, a fin de definir las conductas más apropiadas ante las mismas (por ejemplo, reacción frente a provocaciones).
•    Todos deben aplicar las reglas del mismo modo, es decir, ser congruentes.
•    Los efectos de la disciplina no deben ser peores que los de la transgresión. No victimizar al niño.

El castigo físico para disciplinar lleva a conductas antisociales en la infancia, y a
violencia y otros delitos en adultos. Sin duda tiene amplia vigencia el principio que
postula —QUIEN PEGA PARA ENSEÑAR, EST‰ ENSEÑANDO A PEGAR“.
En lugar de la agresión física, se podrá recurrir a otros métodos que brindan mejores
resultados:
•    Aislamiento: frente a una situación que no pueda contenerse, es recomendable ubicar al niño en un rincón o lugar destinado al efecto, donde no pueda jugar ni ver televisión, donde no existan riesgos ambientales, y sin distractivos (distanciado de otros miembros de la familia). El tiempo de separación de la situación debe ser corto, pero suficiente; algunos autores postulan un minuto por año de edad. Esta medida debe aplicarse en forma inmediata y repetirse cada vez que se reproduzca el comportamiento indeseable.
•    Cesación de privilegios: consiste en negarle al niño algún beneficio o deseo de manera transitoria. Se debe explicitar durante qué tiempo y cumplirlo estrictamente.
•    Recompensas: las gratificaciones, alabanzas o aplausos por las buenas acciones del niño son mejores que los regaños o castigos, y son fuente de aprendizaje de igual manera que los éxitos y los fracasos nos enseñan a los adultos.

4. Manejar la ira La ira: la rabia, o el enojo descontrolado son reacciones que suelen presentarse entre los niños, especialmente aquellos que poseen un temperamento impulsivo, con bajo umbral para responder a estímulos que les son desagradables, con mayor intensidad en su reacción, o con dificultades para consolarlos. Existen tres actitudes principales que pueden adoptarse para evitar la violencia relacional:
•    Ignorar el hecho: esta respuesta es adecuada frente a niños pequeños, preescolares, ante una rabieta o berrinche. Cuando el niño se encuentra en una crisis de esta naturaleza es difícil y frecuentemente inútil poder dialogar.
•    Autocontrol: es de gran utilidad aprender a no actuar impulsivamente, no responder de manera inmediata, conservar la calma como muestra de valor y de madurez (contar hasta diez).
•    Resolución pacífica de conflictos: este recurso se basa en la medicación para resolver las disputas. Pretende hacer notar que nadie es dueño de la verdad absoluta, que cada uno tiene un poco de razón, que el daño físico o psicológico hacia el prójimo también afecta al agresor. Frente a la discusión entre dos opciones, busca alternativas intermedias que dejen satisfechas a ambas partes, para que de esta conciliación resulten todos fortalecidos.

5. Limitar el uso de la Televisión
El mirar televisión es uno de los pasatiempos más importantes y de mayor influencia en la vida de los niños y adolescentes. La televisión puede entretener, informar y servir de compañía, pero también puede producir en ellos efectos indeseables: resta tiempo a actividades saludables (lectura, trabajo escolar, juego, interacción con la familia y el desarrollo social), dificultad para separar la fantasía de la realidad, imposición de modas o conductas no acordes con los modelos familiares, etc. Los programas de televisión tienen una gran influencia en los niños debido a su repetición constante y porque se bombardea a los pequeños a través del sentido visual y auditivo simultáneamente. Sin duda existe violencia en los medios de comunicación, entendiéndose como tal a las representaciones de actos de agresión física de una o más personas en contra de otras. Está comprobado que la violencia en las escenas televisivas tiene un papel importante en la conducta del niño, predisponiendo a actitudes violentas.
Mientras mayor sea el tiempo de permanencia del niño frente a la pantalla, existe un más alto riesgo de conductas antisociales presentes y futuras.
Algunas recomendaciones para el mejor uso de la televisión son:
•    Poner límites a la cantidad de tiempo que los niños pasan ante el televisor.
•    Apagar el televisor durante las horas de comida en familia y de estudio.
•    No permitir ver los programas cuyos contenidos no parezcan apropiados para los niños, por la violencia de sus escenas, el lenguaje empleado, discordancia de valores, etc..
•    Seleccione programas adecuados para el nivel de entendimiento de los niños.
•    Comparta momentos de televisión con sus hijos; aproveche para explicarles el porqué de lo que se plantea. De este modo la T.V. tendrá una función educativa para el niño.
•    No resulta conveniente colocar el televisor en el dormitorio del niño.
•    Ofrezca alternativas de actividades saludables: lectura, deportes, etc.

Un párrafo especial merecen los video juegos: su objetivo es desarrollar estrategias contra un adversario, destruirlo o dominarlo. Para ello recurre a destrezas, engaños, ocultamientos, etc. El repetir sistemática este patrón en la vida cotidiana lleva sin duda a la génesis de actitudes violentas.


Palabras finales
La educación de nuestros hijos requiere que los padres nos formemos en el maravilloso arte de la crianza. Es un aprendizaje cotidiano, sobre la marcha, —haciendo camino al andar“, en el que cada uno busca corregir los errores de su propia experiencia de vida. A través de este aporte apuntamos a brindar una guía para una crianza saludable, sin violencia, que forme personas de bien que dignifiquen la sociedad del mañana.

Comité de Pediatría Ambulatoria
Sociedad Argentina de Pediatría Filial Córdoba

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